Paff, el drac magic

jueves, 18 de diciembre de 2008

"Brindo porque el año nuevo traiga felicidad.
Grindo dambien dor gue dengamoss buuuchos esitoss.
Y buidadiiin gon la garretera, ehhh buchachoss, hip,
zi guebes no gonduscas.
Gringo odra vess"
(Os deseo de todo corazón una Feliz Navidad)

jueves, 11 de diciembre de 2008

CELEBREMOS LA NAVIDAD

Si amigos, celebremos la Navidad. Corramos a hacer nuestras compras para la cena de Nochebuena. Compremos el mejor champán. El mejor turrón. No olvidemos el marisco. Hagamos un montón de regalos sin reparar en gastos. Hay que mantener el nivel. Lo importante es cuanto te gastes, no el detalle. Derrochemos. Es Navidad!. Si puede ser celebremos el fin de año en Venecia. Es mucho mejor que en casa. Hagamos una cena de lo más copiosa. Comamos como si fuera la última vez que fuéramos a hacerlo. ¿Y la comida de Navidad? . ¿Qué me decís de la comida de Navidad?. Si!. Intentemos que sea mucho mejor que la cena de ayer. Todo mucho mejor que lo del vecino. Hagámoslo a lo grande. Sin reparar en gastos. ¿Por qué no poner también caviar del caro?. ¿Tal vez un filete enorme de carne?. No del económico, no. Ese, ese de ahí. El de mayor precio. Seguro que estará mucho mejor que el que comemos habitualmente. Uy, pero qué veo? ¿Se acercan las fechas y todavía no hemos comprado el centollo?

Ahh.. y no nos preocupemos si sobra comida. Lo importante es que no nos falte nada. Que vienen los invitados y tenemos que quedar bien y no parecer unos rácanos. Que podamos comer hasta sentirnos reventar. Seamos felices al menos con la comida. Y sobre todo esa noche y el día que le sigue. Repartamos amor por doquier sin mirar a quien. El día después ya será otra cosa. Volveremos a la rutina. Volveremos a odiar al otro por que no nos cedió el paso al incorporarnos a la vía. Seguiremos maldiciendo al vecino por ser hipócrita. Volveremos a odiarnos a nosotros mismos por ser como somos. Volveremos a la rutina agobiante de diario. Volveremos a volver.

Pero lo fundamental de esta época del año es vivir.




Amigos. Cuando os plantéis delante del plato a rebosar de comida tenedles en vuestra memoria. No les podemos salvar, pero sí podemos rezar por ellos. Imaginaos solo por un instante que esos pequeños son vuestros hijos, vuestros sobrinos, vuestros hermanos, vuestros amigos. Seguro que se os parte el corazón como se me ha partido a mi en mil pedazos al observar el horror. No pude dejar se soltar lágrimas por ellos. Que al menos esas lágrimas sirvan para que cuando acabe su agonía lleguen al cielo.

Un abrazo y Feliz Navidad!

Nota posterior:

En ese momento solté lo que me vino a la cabeza y al corazón al ver las fotos de esas pobres criaturas. El detonante fue un video de YouTube que encontré en un blog de similares características.

Evidentemente y sin ninguna duda, la Navidad debe celebrarse. Es un momento muy especial. Es un momento mágico. Lleno de amor. Lleno de alegría. Un momento que nos sirve para evadirnos de la realidad por unos instantes.

El problema es que lo concentramos todo en unos días y nos olvidamos del resto del año. Se pasan los días y la magia se va. La felicidad se esfuma por las rendijas de nuestra alma. Volvemos a ser lo que éramos. Y es una pena no poder guardar esa mágia en una cajita e ir dosificándola a lo lardo del año. E incluso repartirla.

Ojalá las cosas fueran más sencillas. Ojalá se pudiera hacer algo por esos niños. Ojalá...

lunes, 8 de diciembre de 2008

"El matrimonio es
la principal causa del divorcio"
(Groucho Marx)

jueves, 27 de noviembre de 2008

MIS ANDANZAS CON LA MEDICINA

PRIMERA ANDANZA
Hace ya bastantes años me vi afectada por un catarro de esos que te toman cariño y se niegan a irse. Me afectó de tal manera que me sentía yo con la mitad de mi capacidad auditiva. Había estado tomando antibióticos ya hacía lo menos un mes, si no más. Y para aquellos entonces, y si no recuerdo mal, seguía soltera aunque me quedaba poco para dejar de serlo.

Recuerdo que la historia en cuestión comenzó en el pueblo donde vivía, mi pueblo natal. Ese que todo el mundo odia estando en él por que no podía ser más aburrido, pero al que todo el mundo echa de menos una vez que se ha alejado de él.

Pues bien, me casé y al poco de estar en mi nueva residencia y notando aún los efectos del catarro – igual ya manía mía – me decidí a hacer uso de mi nueva tarjeta de la Seguridad Social y visitar a mi querida doctora por primera vez. Pensé que la amistad sería de esas que duran para toda la vida, pero lo que no intuía es que después de esa visita iría casi directa al mostrador para hacer un cambio de compañera de viaje.

Al llegar ya se le notaban las prisas en su pose. Le comenté también otro problema totalmente irrelevante a esta historia y al cual le dio carpetazo antes de que pudiera explicarle los síntomas. Lo mejor vino después. Le intenté resumir todo el proceso del catarro para acabar diciéndole que seguía notando como si no oyera bien. Entones me miró un poco los oídos. Me habló susurrando de un lado y del otro. Me chasqueó los dedos de un lado y del otro. Cada vez preguntándome si lo podía oír. Inocentemente le dije que si, que lo podía oír. Su veredicto fue que no tenía nada.

No conforme le pedí que por favor me hiciera un volante para ir al otorrino y quedarme más tranquila. Además así me hacía una revisión ya que nunca me había hecho ninguna.

Se negaba prácticamente en rotundo a hacérmelo. Se escudaba en su teoría de que no me iban a hacer nada más que lo que ella me había hecho. Que estaba perdiendo el tiempo. Aún así insistí hasta que lo conseguí bajo la amenaza cumplida de que ella se lavaba las manos y lo ponía por escrito sobre el dichoso volante. Era como si me estuviera desangrando y estuviera pidiendo el alta voluntaria.

Me quedé pensando que qué clase de profesional del canal auditivo hacía esas complicadas pruebas a sus pacientes. ¿Cómo detectaría el grado de sordera chasqueando solo los dedos a su alrededor? Todo un misterio sin resolver. Afortunadamente a mi me tocó uno de esos que te meten en una cabina insonorizada. Te dan un mando para apretar cada vez que oyes un ruido – la mitad de los cuales te parece haber oído y que para no quedar como una sorda total, tú le das por si acaso ha sido que si.

Me imagino a la pobre gente a la que le habrán tocado la sesión de chasquidos. Seguirán viendo las películas con subtítulos o a todo volumen.

SEGUNDA ANDANZA

Una segunda anécdota me pasó cuando cambiaron sin previo aviso de centro de Salud. Nos tocaron los médicos que nos tocaron y estuvimos obligados a aguantarnos durante medio año.

Pues bien, esta vez me quejaba de picores a causa del frío y me armé de paciencia y pedí cita por que cada vez que surgía el problema en cuestión parecía un perro con sarna y ya me daba apuro de cara al público.

Después de esperar horas a que me tocara - estando con dos niños pequeños (uno de ellos con ataques de cólicos de lactante) y mi marido - me dijo que me pedía unos análisis para descartar la alergia al frío. A mi personalmente me sonó a guasa, pero ella era la doctora. Así que al día siguiente a sacar las muestras y a volver otro día.

Esta vez mi marido no pudo venir, así que me tuve que ir con un bebé cargado de cólicos del lactante y su hermana que para entonces igual ni había cumplido los tres años. Esperando los tres en la puerta durante horas también y sin llamarme. Ya hartos de estar allí sale la señora y pregunta pasando lista si estaban todos presentes. Al nombrarme le dije que hacía como dos horas que estaba y le eché una de esas miradas fulminantes. Entonces se metió un segundo, cogió sus cosas y se fue dejándonos solos ante la puerta con cara de besugos idiotas y diciendo que no iba a tardar. Supongo que le tocaría el cafetito con los compis.

Afortunadamente y en comparación con lo ya esperado, no tardó mucho. Me llama a mi primero y mi premonición se hizo realidad una vez más. Me había pedido también otros análisis extra para una comprobación rutinaria de otros niveles ya que estaba dando pecho. Supongo que a estas alturas estaréis imaginando que los resultados que tenía ella estaban incompletos. Y claro, faltaba la parte que yo estaba esperando. Los de la alergia.

La señora llamando a laboratorio y nadie le cogía el teléfono. Y claro, yo no podía ocupar ese sitio por que había más gente esperando fuera, así que cogió y me dio tres opciones.

Una: Salir y seguir esperando hasta que la localizara. Evidente y educadamente le dije que “¡y un huevo!” me iba yo a esperar un montón de tiempo más con las dos criaturas allí afuera otra vez.

Dos: Que bajara yo a hacer su trabajo y persiguiera como una loca y por todos los pasillos hasta dar con su compañera de laboratorio y preguntarle a ver qué pasaba con los resultados de su paciente. Evidente y educadamente le dije que “¡y otro huevo!” iba a pasar yo por pringadilla.

Tres: que me fuera y que ella ya me llamaba cuando los localizara. Perfecto. Mañana productiva a tope.

Al cabo de semana o semana y media me llamó. Habló con mi marido y le dijo que descartábamos la alergia. Ahí se quedó la cosa. No propuso ninguna prueba o revisión alternativa. Así que aquí sigo. Rascando.

TERCERA ANDANZA
Otra de mis anécdotas con los magníficos médicos de la Seguridad Social tuvo lugar este mismo lunes. De hecho, no sólo fue con los médicos, también fue con el personal de recepción.

Estábamos malos los tres, mis dos hijos y yo. Ellos con fiebres, algún que otro diente nuevo y mocos varios. Y yo con un dolor de garganta que no me dejaba ni tragar mi propia saliva. Decidí cogerlos e ir los tres por urgencia.

Al llegar a recepción y exponer el caso en cuestión, la señora ya me miró mal y exclamó tal y cómo yo esperaba - ¡Los tres de urgencias!. Mis hijos no se iban a quedar sin ir. Y yo ya no aguantaba más el dolor, así que se lo confirmé con rotundidad.

Me tomó nota de los dos niños y al llegar a mi y consultar el horario de mi doctora intentó hacer un trato. Me propuso que volviera yo por la tarde que entonces sí que estaría ella y además podía ir con cita y así no íbamos a crear un caos a la hora de llamarnos ya que estaríamos inevitablemente a la otra punta del pasillo . Yo me veía capaz de esperar hasta entonces, así que acepté pulpo como animal de compañía.

Por cierto, al parecer tenía intención de ponerme enferma ese día por que según ella tenía cita pedida. Era mi primera noticia. De todos modos os lo recomiendo. Pensad qué día os vais a poner malos y tened ya la cita pedida. Es lo más limpio y nada complicado. Ahora que las dos horas de espera no os la quita ni Dios. Llevaos un libro.

Cuando me llegó la hora dejo a los niños con mi marido y me voy toda orgullosa a conocer a mi nueva doctora. A la anterior la tuve que camibar por pasotismo. La cambié por la que tenía mi marido que a él le parecía más “normal”.

Llego al centro, aparco sin problema. Me subo a la puerta de mi consulta y nada más hacerlo me llaman. Pero oh! Sorpresa que la voz no era todo lo femenina que cabía espera. Era más bien masculina y yo tenía una doctora, si no recordaba mal. Ahí tenemos la primera cagada del personal. Menos mal que me hizo ir por la tarde con dolor de garganta por que iba a estar mi doctora. Pero en fin, me lo tomé con filosofía y me dije que al menos de esa manera habíamos evitado el colapso en las colas por la mañana al ir todos de urgencias. Me levanto. Me armo de paciencia. Entro en la consulta. Y después de cuatro bromas y de decirme que tenía unas buenas placas y recetarme el antibiótico le planteo otro problema que padezco desde hace bastante. Mis famosos picores.

Le hago un pequeño resumen. Y digo pequeño por que no me dejó hablar. Se puso directamente a hacerme la receta de un anti-alérgico aun cuando yo le estaba diciendo y repitiendo una y otra vez que alergia no era por que estaba descartado mediante unos análisis.

Yo creo que este doctor, a pesar de su juventud, o era tozudo o era sordo por que pensando que el tema de la alergia ya estaba aclarado, al irme de allí me insistió en que si tenía mucho problema con el picor, que me pasara que me darían un anti-alérgico. Como no estaba segura al no tener confianza decidí darle la razón, como a los locos. Ya sabéis, más vale curarse en salud.

Pero la mejor solución se la guardaba en la manga. Os recomiendo que si tenéis algún tipo de libro recopilatorio de “Remedios de la Abuela” toméis nota de este y os lo quedéis. Me dijo que me pusiera más ropa. Que si hacía falta me pusiera dos pares de medias. Como si no me bastaran los kilos de más, encima tener que embutirme en más ropa por que no le dio la gana hacerme un volante para que me vieran el tema de la circulación sanguínea. Ya rascaré, volví a decirme a mí misma. Y si alguien me pregunta les diré que toda la ropa extra que suelo llevar debajo por prescripción médica la tengo pendiente de lavar o de planchar y que por eso rasco tanto.

Sigo rascando…

Un beso!

miércoles, 19 de noviembre de 2008


"No le evitéis a vuestros hijos las dificultades de la vida,
enseñádles más bien a superarlas"
(Louis Pasteur)

martes, 18 de noviembre de 2008

VIDA MODERNA


Nos pasamos la vida añorando cosas. Quejándonos. Entristeciéndonos. Agobiándonos. Estresándonos por todo. Y nunca nos paramos a pensar el por qué. ¿Por qué lo hacemos?¿Por qué nos permitimos el lujo de desperdiciar siquiera un minuto de esta corta vida en hacerlo?¿No sería mejor disfrutar de lo que tenemos?¿No sería mejor dar gracias por lo que nos queda y no llorar lo que se quedó o no tenemos? La vida es demasiado corta para desperdiciarla de esta manera, no creéis?. Como dije en cierta ocasión: “Carpe Diem – dijo el sabio”

Uno siempre se pregunta por qué se empeña la gente en amargarse la existencia. No somos capaces de valorar y aprovechar lo que tenemos a nuestro alrededor. Siempre queremos algo más. O algo menos. Siempre llenos de rencores. Con lo fácil que podría llegar a ser vivir y punto. Ni perdonamos ni olvidamos. Esa es la vida moderna. Siempre tan competitiva. O pisas o te pisan. Se acabó la humanidad. No se puede ser amable por que si lo eres, te quitan el puesto. Y yo digo ¡Basta!.

Nos hemos creado unas necesidades absurdas que si no se tienen cubiertas nos podemos incluso morir. Si no tenemos un súper coche, igual no podremos ir hasta la esquina a comprar el pan, que con el viejo se va muy mal. Si no tenemos un sofá con muelles que nos mezan igual no podremos echarnos una siesta en el dichoso sofá. Si no tenemos una súper lavadora con capacidad para un regimiento igual nos quedamos sin ropa para vestirnos.

Nuestros padres y sobre todo nuestros abuelos iban a pie a los sitios y siempre llegaban a su hora. No se echaban siestas por que tenían que trabajar de sol a sol. Y al llegar a casa igual solo encontraban una silla de madera en la que sentarse a comerse un mendrugo de pan con un poco de cebolla. La ropa se lavaba a mano y en los ríos o similares. Y hablando de ropa, tenían el traje de diario y el de los domingos. Ellos no necesitaban ordenador. No necesitaban internet. Sabían vivir sin un móvil. Casi también podían vivir sin un teléfono fijo en casa. No necesitaban un supermercado abierto las 24h. eran más previsores y punto. Vivían más relajados. Y creo que aún así, eran mucho más felices que nosotros, los de nuestra época.

Pero la vida moderna nos exige todas estas cosas. Necesitamos no sólo un súper coche, si no dos. Por que en una casa es necesario que trabajen dos (y nunca es al lado de casa, si no a tomar por … )para poder llegar a fin de mes. Y ni siquiera así se llega. Necesitamos el sofá por que a falta de otros vicios es el único que nos queda que en principio no nos cuesta dinero. Descansar un poco al llegar a casa tirados en el sofá. ¿Lo de la comida? Mejor ni hablamos por que no hay tiempo para comer en condiciones ni para prepararlo. Comida basura es lo que se puede pagar y se tiene tiempo de preparar. ¿Un montón impresionante de ropa? Evidentemente. No tenemos tiempo ni para ir al aseo, menos aún para lavar, tender y planchar nuestra ropa. Con lo cual tenemos que tener varias prendas para poder vestirnos cada día y no ir hechos unos fachas. De ahí que necesitemos esa súper lavadora. ¿Ordenador? ¿Internet? Claro que hace falta. ¿Como si no tendríamos contacto con el resto de la humanidad? No tenemos tiempo para quedar con los amigos. Tenemos que hablar con ellos a través de una máquina y a partir de ciertas horas de la madrugada, que es cuando ya tenemos ese tiempo para dedicarnos a nosotros mismos. ¿móvil? Más de lo mismo. Las prisas, los agobios, el tener que estar a tomar por … para poder trabajar mientras el resto de la familia vive desperdigada por ahí… mejor no estar incomunicados. Y menos si no se tiene a nadie más que a la pareja por que si te pasa algo, a nadie le va a importar.

Cuando estamos tristes, agobiados, estresados, apesadumbrados y por qué no, deprimidos, nos buscamos algo que nos llene. Y qué mejor que buscarnos una de esas absurdas necesidades e ir a comprarlo. De esta manera hemos mantenido la ilusión desde que pensamos a ver qué nos podría hacer falta, dónde lo podríamos ir a comprar, qué día vamos a ir y cómo lo vamos a organizar, nos puede aportar lo mínimo tres semanas de falsa ilusión y felicidad.

No sé. Tal vez sea hora de replantearnos en la medida de lo posible esta maravillosa vida moderna, no?

lunes, 17 de noviembre de 2008


"Cuando por fin regresas a tu tierra,
descubres que no era tu vieja casa lo que extrañabas,
sino tu niñez"
(Salustio)

viernes, 14 de noviembre de 2008

GOLPES


Era medianoche cerrada cuando de repente algo la despertó. Había estado trabajando hasta tarde y se acostó agotada. Su trabajo tenía eso, que no tenía horarios. Y ella era muy exigente consigo misma. No quería dejar nada para mañana. “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, se decía siempre. Por eso nada más tocar la cama cayó de inmediato en un sueño profundo. Y por eso no supo decir si el ruido lo había oído realmente o simplemente lo estaba soñando. Esperó un buen rato hasta que ya se le había casi parado el corazón intentando oír de nuevo ese espantoso ruido que la despertó. No oyó nada durante todo ese tiempo. Pensó que habría sido un sueño. Estaba ya a punto de acostarse otra vez cuando de repente el mismo ruido se oyó, pero esta vez más cerca.

De repente se acordó de cuando era pequeña. Dormía con su hermano en una misma habitación. Y cuando los dos tenían miedo por que habían oído un ruido, o porque simplemente jugando el uno empezaba a decirle al otro que “imagina si ahora mismo se abre la puerta y aparece un fantasma”. Al cabo de poco tiempo el primero que mencionó al fantasma ya se estaba arrepintiendo de esas palabras. Qué miedo pasaban en esos ratos. Entonces llegaban al acuerdo de que si ninguno de los dos ponía un pie en el suelo les iba a pasar nada. Para entonces el fantasma ya estaba en la habitación y se había metido debajo de la cama esperando la distracción de alguno de los dos para cogerles por los pies al bajar de la cama y llevárselos con él.

Por eso mismo se resistía a bajar de la cama e ir a mirar de donde provenía ese ruido. Pero por el otro lado, ¿qué iba a hacer?. ¿se iba a quedar allí en la cama, muerta de miedo esperando a que saliera el sol para poder moverse?. No sabía que hacer.

Ya cuando compró esa casa, hacía ahora tres escasos meses, le advirtieron los vecinos que no era buena idea. Nadie aguantaba mucho allí. El por qué era un misterio. Pero la gente que allí había intentado vivir salía despavorida al cabo de poco tiempo. Y en ese mismo instante se estaba arrepintiendo de no haberles hecho caso y de haber hecho esa adquisición que le pareció una ganga en su momento. Con razón lo era. Pocos eran los que sabían de ese miedo escalofriante que producía esa casa. Solo los que la habían habitado podían dar fe de ello.

Y allí estaba ella. Parada. Congelada. Igual que una estatua de fría piedra.

Entonces intentó pasar al plan “B”. Tenía que tranquilizarse y pensar. No podía vivir con esas sensaciones de su niñez. Tenía que crecer mentalmente y hacer frente a los problemas que se le plantearan. Por eso mismo había decidido que a sus casi treinta años iba a vivir por fin sola. Con todo lo bueno y lo malo que ello conllevaba. Así que cogió aire. Respiró despacio. Pausadamente. Hasta que consiguió que su corazón volviera a latir de manera que no le doliera el pecho. Cuando ya se dijo a sí misma “¡ya está!¡ya pasó!” volvió de repente y mucho más cerca ese ruido. Ya parecía como si estuviera justo al lado de la cama. De hecho, sonó otra vez. Y otra. Y otra más. Era como si lo que fuera que provocara ese ruido estuviera justo delante de sus ojos…de hecho lo podía casi tocar … notaba su presencia … un ruido ensordecedor .. y de repente … silencio …

miércoles, 12 de noviembre de 2008


¿Para qué es oro el tiempo
más que para verlo pasar acariciándolo?
Camilo José Cela

martes, 11 de noviembre de 2008

HERMANOS


Iban los dos cogidos de la mano. En silencio. Con la mirada fija en el suelo. No perdían detalle del movimiento de sus pies. Asustados. Sin entender lo que estaba pasando y por qué. Las cosas habían cambiado desde tan solo unas horas atrás. Sin previo aviso. Habían ido a buscarles al colegio. Tuvieron que dejar sus respectivas clases con la palabra en la boca. Y de repente estaban allí. Caminando los dos. Detrás de una desconocida que les guiaba. Otros dos desconocidos cerraban la comitiva. Todos les miraban con una expresión de infinita tristeza. Sus ojos hablaban solos. Algo malo había pasado pero nadie les quiso explicar nada. Ni siquiera a donde les llevaban.

Miguel era el mayor de los dos. Lara con tres añitos recién cumplidos era la pequeña de la casa. Desde que nació el mundo había dado vueltas a su alrededor. Se lo había ganado a pulso debido a la incertidumbre de que su nacimiento se llegara a producir. Todos la querían mucho en casa. Incluso Miguel que se saltó la etapa de los celos hacia ella nada más verla. Siempre había sido un encanto. Muy cariñosa. Preciosa. Unos ojos grandes y expresivos que conquistaban el corazón del más abominable hombre de las nieves. Y ahora la tenía allí, a su lado. Aterrorizada al ver algo que no entendía en absoluto. Le agarraba la mano tan fuerte que pensaba que se la iba a romper. Y Miguel no tenía la más mínima intención de soltarla por nada del mundo.

¿A dónde les estaban llevando? ¿qué era lo que había pasado? ¿por qué nadie les quería explicar nada?

Entonces de repente la comitiva se paró delante de una puerta. A Miguel le pareció la puerta más grande y pesada que nunca antes había visto. No sabía lo que escondía, pero sí sabía que no les iba a gustar. La desconocida les invitó a pasar mientras les sostenía la puerta ligeramente abierta. Armándose de valor, miró a su hermana, ésta le miró a él para luego seguirse con la mirada y fijarla en la gran puerta. ¡Adelante¡ se dijeron ámbos en silencio.

Empezaron el que les pareció el camino más largo jamás recorrido. Consiguieron llegar a la puerta que ya para entonces estaba abierta de par en par. Y ahí estaban sus abuelos. Los cuatro. Si antes les pareció que la gente les miraban con infinita tristeza, las expresiones de sus abuelos no tenían nombre.

sábado, 8 de noviembre de 2008

"¡Triste época la nuestra!
Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio"
(Albert Einstein)

jueves, 6 de noviembre de 2008

"Jamás se desvía uno tan lejos
como cuando cree conocer el camino"
(Proverbio chino)

miércoles, 5 de noviembre de 2008

LA VENTANA

Su mirada era triste. Sus facciones cansadas. Su alma una estrella fugaz. Pasaba las horas mirando por la ventana de su habitación. Sentía que no tenía nada más que hacer en esta vida. Lo había hecho todo. Se había enamorado. Se había casado. Había tenido hijos y también plantó un árbol. El libro lo tenía acabado en su mesa de trabajo, como la llamaba ella. Era una simple mesita vieja de habitación de residencia. En ella había instalado su taller de trabajo que consistía simplemente en una máquina de escribir y un paquete de folios. Y justo pegado una papelera para las historias frustradas de su vida.

Llevaba ya cinco años en esa residencia. Tiempo más que suficiente para dedicarlo a terminar el libro que tenía empezado. Esa misma tarde iba a venir uno de sus hijos a recogerlo para entregarlo a una editorial. Sabía que no tenía nada que hacer, pero era la ilusión de su vida, así que como tampoco perdía nada…

Nadie lo había leído todavía. Solo ella. En él relataba toda su vida. Desde cuando era pequeña y su madre la llevaba a misa todos los días con sus dos coletas y el vestido de los domingos. Hasta el mismo día anterior.

Dedicó una parte del mismo a las historias que se inventaba sobre la gente que veía pasar por la ventana. Su amiga. Su compañera. Gracias a ella el tiempo le resultaba más placentero y no había cabida para el aburrimiento. Le gustaba mirar por la ventana. Localizar a la gente que pasaba delante de ella y empezar a imaginar como serían sus vidas. Nunca nadie se daba cuenta de que estaban siendo observados. Ninguno de ellos le iba a devolver ninguna visita a su vida. Ni tampoco se imaginaban que iban a ser parte de un libro que tal vez fuera a publicarse en breve. Pero no le importaba. La compañía que le hacían aún sin saberlo le era más que suficiente.

Un día por ejemplo, vio a una pareja que estaba en medio de una pelea de enamorados. Entonces imaginó que estaban organizando la boda y que estaban resolviendo los problemas que iban surgiendo. El de hoy en cuestión era donde sentar a la tía Paqui durante la cena. Otro día vio a una madre con su pequeña. Iban las dos con una perrita blanca. Totalmente ajenas al mundo que les rodeaba. La niña le estaba contando a su madre que su amiga Berta le había escondido la goma de borrar en clase y cómo se había enfadado con ella. La madre prestando toda la atención del mundo al tema en cuestión simplemente porque se lo estaba contando su hija, su orgullo, su amor, su vida. Al día siguiente vio a un chico metido en un traje de los baratos y dos ó tres tallas más grande que él mismo. Ella pensó que iba a una entrevista de trabajo y que ese traje era evidentemente prestado posiblemente de su hermano mayor. Seguro que con ese mismo traje él sí que consiguió el puesto de trabajo en el que estaba ahora mismo.

Y ahí estaba ella ahora mismo. En su ventana. Contemplando a la gente. Imaginando sus vidas. Siendo feliz a su manera. No necesitaba nada más. ¿Quien sabe? Igual algún día podría incluso hacer amistad con alguna de esas personas y encontrar un alma en pena con la que poder compartir la recta final de su camino….

"Vota a aquel que prometa menos.
Será el que menos te decepcione"
(W.M. Ramsay)

martes, 4 de noviembre de 2008


"¿Me preguntas por qué compro arroz y flores?
Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir."
Confuncio

viernes, 31 de octubre de 2008

TODAVÍA ME ACUERDO

No hace muchos días salió por la televisión una trágica noticia. Al oírla se me desgarraba el corazón sintiendo la impotencia y la angustia de esa pobre madre. No se ni a donde iría ni de donde vendría. Iba con sus tres hijos en el coche. De repente les sorprendió una tromba de agua. Era tal su fuerza que tuvo que sacar como pudo a sus tres hijos. No recuerdo las edades de los mayores, pero si la del pequeño. Siete meses, como Daniel, mi hijo pequeño.

Tras hacer un corto trayecto andando con los tres cogidos, el más pequeño en su sillita del coche, tuvo que tomar la decisión más dura de su vida, sin duda. Veía que si seguía adelante con todos iban a morir sin remedio. Así que con el dolor en el corazón tuvo que desprenderse del más pequeño. Se vio obligada a soltarle. Tuvo el tiempo justo para despedirse de él. Todavía me saltan las lágrimas al recordarlo. Tener que mirar a tu hijo a los ojitos y decirle “adiós”. Y saber que posiblemente lo sea. Que no le vas a encontrar con vida. Que es totalmente imposible. Ese pobre bebé, mirando a su madre asustado. Llorando. Sin saber que es lo que está pasando. Por que llora su madre. Por que le dice adiós una y otra vez. Por que le recuerda que le quiere con tanta insistencia. Y por que le dice una y otra vez con lágrimas en los ojos “lo siento”. Una madre que ni siquiera le pudo abrazar en sus últimos momentos de vida. Qué dolor tan intenso. Qué angustia. Que tristeza infinita. Tristeza que sin duda la va a acompañar el resto de su vida.

Yo al oír la noticia pensé que se lo había arrebatado el agua estando en el coche. Pero cuando dijeron que tuvo tiempo de despedirse de él me tuve que ir del salón para que mi hija mayor no me viera llorar. Iba con mi chiquitín en brazos. Yo sí le podía abrazar. Esa madre no tuvo la opción. Y ya nunca la tendrá.

Mi más sincero pésame, mamá.

DESPEDIDA


"¡Adiós mamá! ¡Yo también te quiero!"

jueves, 30 de octubre de 2008

EL BANCO

Se pasaba las horas sentado en ese banco. Cada día. Cada tarde. Siempre el mismo banco. Siempre la misma hora. Nunca cambiaba. Su sitio de pensar, decía cuando le preguntaban. Pero la verdad era que iba allí para reunirse con Sara. Hacía ya casi cincuenta años que lo visitaban. Cada día. Sin excepción. Ya desde novios, en esas tardes de primavera, con la hermana pequeña de Sara como carabina se pasaban allí largas horas hablando. El tema era totalmente indiferente. Pero la compañía que se hacían el uno al otro era infinita.

Andrés iba ese día a su cita diaria con Sara con la firme convicción de contarle una cosa que le pasó con su vecino de toda la vida, Miguel, el del quinto. Siempre había sido un hombre extraño. Nunca hablaba con nadie. Pero ese día dio su primer paso y no solo le saludó, si no que le preguntó como se encontraba. Totalmente inusual. Por eso ansiaba contárselo a Sara. A una cosa así había que darle la importancia que merecía.

Pero al llegar allí y tras una larga espera de dos horas vio una vez más como Sara no aparecía. Él no perdía la esperanza de que algún día volvería a encontrarla allí y de que todo volvería a ser como antes. Por eso volvía una y otra vez a ese banco. Con un puñado de comida para las palomas. Siempre les había gustado darles de comer. Se habían hecho incluso amigos de unas cuantas de ellas. Y de lo que sí estaba seguro Andrés era de que al día siguiente por la tarde a la misma hora iba a volver a ese banco. Y así hasta el resto de su vida. Hasta volver a encontrarse con Sara.

Nota: Sara murió seis meses antes de un cáncer fulminante.

"Disculpen si les llamo caballeros,
pero es que no les conozco muy bien"
Groucho Marx

FÁBULA

"Se dice que hace muchos años, un padre y su hijo se disponían a recorrer con su burro varios pueblos para vender sus productos. El padre iba montado a lomos del burro mientras su hijo andaba a su vera con las riendas en la mano.

Mientras avanzaban por el camino se cruzaron con unos campesinos y al pasar, les oyeron murmurar entre sí:

- Desde luego... este hombre es un explotador y no tiene ninguna consideración por el niño. Él va tan a gusto encima del animal mientras su pobre hijo debe andar kilómetro tras kilómetro.

El padre, al escuchar el comentario le dijo a su hijo que se montara en el burro. Al poco de caminar, se cruzaron con otros campesinos, los cuales al verles pasar dijeron:

- Que falta de respeto... Mira el niño, tan joven y deja que su anciano padre vaya a pie en lugar de cederle el sitio para que descanse.

El padre oyó lo que comentaban de manera que le dijo a su hijo que se montaran los dos en el burro, convencido de que así se acabarían las maledicencias. Pero a los pocos kilómetros se cruzaron con un grupo de mujeres, las cuales les dedicaron una reprobadora mirada y las oyeron susurrar:

- Pobre animal... tiene que cargar con esos dos pesados fardos cuando uno de ellos podría ir a pie sin problemas.

El padre, al escuchar el comentario decidió que tanto él como su hijo se bajaran del animal. Al llegar al pueblo al que se dirigían, algunos habitantes les miraban con una sonrisa. A su paso les oían reír entre dientes mientras se decían:

- ¡Que tontos! Tienen un fuerte animal que les podría llevar fácilmente y en cambio caminan a su lado malgastando sus energías. ... Esta pequeña fábula nos enseña que, en ocasiones, hagamos lo que hagamos no existe una solución completamente correcta. Debemos estar preparados para las críticas ya que resulta imposible contentar a todo el mundo."




O como suele decirse…¡nunca llueve a gusto de todos!
"Es más fácil variar el curso de un río
que el carácter de un hombre"
(Probervio chino)

MI INFANCIA

Qué recuerdo de mi infancia? …Poca cosa.

Como aquel día, en que testaruda de mi, tenía que aprender a toda costa y en ese mismo instante a montar en bicicleta. Toda mi familia estaba más interesada en comerse un plato de arroz que en enseñarme a mi. Así que al final desistí de buscar un cómplice y me armé de valor, cogí mi bicicleta y apoyando un pie en el bordillo de la acera empecé a pedalear hasta llegar una y otra vez hasta esa pobre puerta del garaje contra la cual rebotaba.

O aquellas incontables ocasiones en que debido a mi mala pronunciación al tener los dientes descolocados, mi familia insistía en hacerme decir, bajo engaños si era preciso, la palabra “sopa” para romper en carcajadas. Al darme cuenta de lo que pretendían logré no decirla cuando me instigaban, pero una vez se dieron cuenta de mi hallazgo me preguntaban “que vamos a comer mañana?” y tonta de mi y por pura cortesía contestaba “zopez”.. y ahí llegaban otra vez las carcajadas …

O aquellos juegos de “casitas y comiditas” con el vecino de fines de semana, sobrino de las señoras de la casa de enfrente de la nuestra. Ni siquiera vivía en el barrio. Vivía a 50km. Pero venía a visitarlas de tanto en tanto y recuerdo esos juegos y esos partidos de tenis. Jugábamos a dobles y el enemigo era o bien la pared de casa o la puerta del garaje del vecino. En aquellos entonces soñaba que me iba a casar con él. Preparábamos un montón de manjares, hacíamos la compra y todo en el pasillo que llevaba a su casa y justo enfrente a la nuestra. Iba a sus fiestas de cumpleaños que para aquellos entonces me parecían fiestas de ricos por el simple hecho de que ponían piñata colgada de un hilo de tender la ropa.

O aquellos juegos del elástico o la comba con las amigas del barrio. Recuerdo que si perdía me enfadaba y me batía en retirada antes de que volviera a ocurrir y lo que era peor, que lo vieran los demás.

O aquella ocasión en la que me caí de la bicicleta yendo de “excursión” con los amigos del barrio y en señal de protesta le propiné un puntapié y la amenacé con dejarla allí tirada por lo que me había hecho. Si no hubiera sido por mi hermana aún seguiría allí la pobre bicicleta.

O aquella ocasión en la que nos lo estábamos pasando de miedo jugando a escondernos en un campo sembrado de algún tipo de cereal hasta que llegó el dueño y agarrándonos de las orejas nos llevó delante de nuestros padres y les exigió el pago de las pérdidas que le ocasionamos en su huerta.

O tal vez aquella visita de mi primo Javier. Venían de Castellón para la comunión de mi hermana. Javi se trajo un monopatín. Yo me moría de ganas por probarlo pero de la vergüenza ni me atrevía a pedírselo y me tuve que quedar con las ganas mientras veía como los demás jugaban con él. Supongo que también me impuso un poco el hecho de que me podía caer y encima se hubieran reído de mi.

O tal vez aquellas cabañas fabricadas con cuerdas y una sábana vieja en el desván de casa. O las que hacíamos en el nuevo barrio al cual nos íbamos a trasladar en breve y donde ya viven mis padres desde hace mucho, mucho tiempo. Había obras en un solar cercano y toda la pandilla iba a coger palos, tablones de madera, plásticos y todo lo que nos pudiera ser útil para su construcción. Pero claro, una vez construida venía el dueño del solar y abajo otra vez con ella porque necesitaba el material. Nos costó un triunfo el levantarla miles de veces. Nos costó incluso una pelea con unos vecinos de allí. “Lázaro plátano” le llamábamos a uno de ellos para hacerle rabiar.

O el recuerdo de ese tazón de leche con galletas que mi madre nos preparaba para cenar casi todos los días. Qué bueno sabía aquello después de un largo día.

O aquel cuarto de la casa de al lado que mi padre usaba para dar clases particulares de matemáticas. Nos metíamos allí mi hermana y yo y pasábamos horas jugando. Con una vieja pizarra. Con una moto vespa vieja que fue de mi padre. Con un montón de muñecos. Y más al fondo, en otra de las habitaciones, era donde mi padre tenía sus herramientas. Era como el sitio prohibido, sagrado. Allí tenía mi padre sus inventos. Un busto de fango, recuerdo yo. Que si no voy mal todavía existe.

O aquel molino que nos parecía guardaba uno de los más temibles monstruos y al cual no nos atrevíamos a acercarnos por si se asomaba a la vez que nosotras. Siempre que mi madre subía a tender la ropa la acompañábamos, pero de ahí no pasábamos. Volvíamos lo más rápido posible a su vera.

O aquella única vez que recuerdo que me dejaron a pasar la noche con un familiar porque había habido algún enfermo. Yo llorando hecha un ovillo en donde me dejasen pegada a un miembro de esa familia porque ni siquiera estaba conmigo mi hermana.

O aquella otra ocasión en la que esos mismos familiares me preguntaron por una buena nueva. El nacimiento de unos gatitos. Y al preguntarme por el sexo de los mismos les dije algo así como que la gatita había tenido dos machos y una “macha”. Ese sonido de las carcajadas que provoqué y que fue otro más de los detonantes que me decía en mi interior que era mejor mantener la boca cerrada o se reirían otra vez de mi…

O aquel juego de médicos que me trajeron los Reyes Magos. O ese otro que era una simple careta de plástico con todo un set de maquillaje cuando a mi hermana le habían traído la cabeza entera, con pelo y todo. O tal vez quizá el juego de dos teléfonos rojos conectados con un cable a través de los cuales podía mantener ya por entonces esas largas conversaciones con mi hermana.

O aquel sueño en el cual yo podía volar y tenía que salvar a la pandilla del barrio todavía no se de que… pero si se desde donde emprendía el vuelo.. de nuestra famosa acera de la bicicleta, la pista de despegue!.Lo vi tan claro en el sueño que creo que estuve a punto de intentarlo despierta.

O aquella lavadora vieja de mi madre que estaba en el garaje en la que se metía la ropa por la parte superior y casi había que hacerla funcionar a mano.

O aquellos baños estivales. Empotradas las dos, mi hermana yo, en sendos barreños, con los dedos encogidos y las manos totalmente arrugadas por el tiempo que pasábamos en ellos . Recuerdo que uno era largo y estrecho y el otro era más bien rechoncho y bajo.

O aquel árbol que estaba justo en la esquina cercana a la puerta de nuestro garaje, la sufridora que recibía los golpes de la ya mencionada bicicleta. Siempre había un lecho de sus flores rojo-anaranjadas en forma de campana. Y recuerdo haberme encaramado en sus ramas.

O aquellos albaricoques verdes incomibles de nuestra vecina. Estaban demasiado a mano para no caer en la tentación de probarlos. Igual que las almendras de los árboles que estaban al otro lado de la calle. Los chicos que venían a las clases particulares de mi padre se ponían las botas y nos dejaban allí el rastro de su aventura. A los pies de la escalera que subía al molino de la bestia.

O aquella boda de la hija de nuestra vecina. Único recuerdo que tengo de ella. Y la impresión que me quedó fue la de que el novio era muy guapo. Y ella iba de princesa. Como un cuento de hadas.

O aquella ocasión en la que un gato callejero las emprendió conmigo por intentar ser cariñosa y volví a casa llorando llena de arañazos en brazos y piernas y mi hermana detrás.

O aquella desaparición de nuestro querido Conco, un perro salchicha. Todos en casa estaban llorando y yo me hacía la fuerte. Pero acurrucada en el sofá también me iban cayendo las lágrimas mientras se lo negaba a mi madre que me preguntaba si no me daba pena que el perrito no estaba. Y las veces que venía el pobre lleno de cal viva tras caerse en esa especie de pozos en alguna de esas excursiones …

O ese teléfono de antaño. Blanco y con la famosa rueda de números que había que accionar para marcar al que querías llamar.

O aquella noche en la que le robaron la radio del coche a un familiar nuestro estando aparcado al otro lado de la ventana mientras pasábamos el rato jugando a las cartas, charlando y riendo.

O ver nacer a un montón de gatitos pequeños. Siempre había alguno en casa, aunque decir alguno es quedarse corto. Llegamos a tener hasta lo menos doce a la vez!...

O ese día que me piqué con una ortiga y mi madre me tuvo que poner una tirita para que me sintiera importante y se me pudiera pasar el disgusto.

O aquella vez en que perdí 100 pts de vuelta a casa tras hacerle un recado a mi madre en la tienda del barrio. Por más que intenté volver a pasar por donde había ido ya no apareció nunca más.

O el día de Reyes en que mi padre siempre olvidaba por puro descuido las llaves, y claro, tras entrar por arte de magia en casa a por ellas (recordemos que estaban dentro, por lo tanto no las llevaba) oh sorpresa que habían llegado los Reyes Magos y habían dejado los presentes detrás de la cortina del salón y no solo eso, si no que los camellos se habían comido toda la hierba y se habían bebido toda el agua . También recuerdo la indiferencia que me produjo lo que me dejaron en casa de mi "futuro esposo" un año. Ni siquiera recuerdo el regalo, solo la indiferencia.

O la habitación donde dormíamos mi hermana y yo. Ella tenía un póster de Superman que al final tuvo que quitar por el miedo que le producía el ver a ese señor volando, puño en alto, cada noche hacia su nariz con una determinación asombrosa!.

O aquel jersey que me gustaba tanto. Ese que tenía los botones con los colores del arco iris.

O aquella ocasión en la que me quedé encerrada en el cuarto de baño y al final tuvieron que rescatarme entrando por la minúscula ventana del mismo.

O aquellas escaleras que subían a las habitaciones por las cuales me caí una vez que mi hermana intentaba levantarme y que cuya caída me dejó un recuerdo imborrable justo al lado de la ceja.

Si… algún que otro recuerdo me queda…

¡OH! ¡OH!


"¡Dios mío!.. ¡Pero qué he hecho??!"

ASÍ SOY YO

Como veis lo de crear un blog no es lo mío. El primer intento acabó en la papelera de reciclaje por tener tendencias destructivas con los textos que me salían… y el segundo lo acabo de eliminar por error. Todo un portento en la materia, como podéis comprobar.

Supongo que los pocos que habéis entrado a hacerme una visita os habréis dado cuenta del detalle. Pero en fin, así es más divertido, no?. Nunca sabes lo que te vas a encontrar..

En definitiva, que espero que os guste y estéis cómodos si logro centrarme un poco y no romper nada más. No hay nada mejor que la cabezonería para lograr tus objetivos marcados.

Alguna pregunta? Señor, no señor!

miércoles, 29 de octubre de 2008

PUNTO DE PARTIDA

Me dije, y por que no crear yo también un blog? Y la respuesta vino dada unos días más tarde cuando por curiosidad me paseé por el resto de blogs. No puedo competir con esas palabras tan bien escritas. Me rindo a los pies de los que son capaces de expresar así sus sentimientos, emociones, experiencias, anhelos, deseos … ¡su vida!.

Aunque quisiera no podría hacerlo. No tengo manera. Quiero pero no puedo. No obstante quiero dejar aquí mi comentario particular para todos vosotros!.. Ole! Ole! Y Ole!.